Instituciones como la sociedad de Control mental Silva y el Instituto Sterling, han realizado experimentos en donde se ha demostrado que la autoimagen se puede cambiar y mejorar, en función de las expectativas que componen el medio ambiente del niño. Los cambios se pueden llegar a dar cuando se cambian las expectativas.
En estas instituciones se han realizado experimentos con niños menores de siete años que aún no hayan comenzado el cambio a su segunda dentición. Se han practicado las experiencias suministrándole al conductor grupos de niños escogidos al azar, sin haber considerado ningún tipo de prueba psicológica que mida su coeficiente de inteligencia real. Se le ha dicho al profesor los nombres de algunos alumnos con coeficientes mentales más altos de lo normal. Estos nombres también fueron escogidos al azar. Por supuesto que para que este tipo de experimentos resulten, es necesario que los instructores desconozcan el IQ real de los niños.
Después de un período, los escogidos resultaron con un mejor nivel de aprovechamiento que el resto de compañeros. Cuando se les mencionó a los instructores la forma de selección, mencionaron que ellos habían tratado a todos por igual. Que no podían creer que se trataba de un experimento, pues ellos estaban convencidos que los escogidos tenían mejores aptitudes que el resto.
De forma paralela, los padres se van formando conceptos acerca del valor de sus hijos. Esos conceptos se relacionan directamente con las diferentes maneras de dirigirse a ellos. Si un padre cree que uno de sus hijos es inteligente y otro no lo es, el trato personal que les dirige es diferente. Esta concepción trasmite mensajes también diferentes.
Cuando la madre considera a su pequeño importante, la manera como se comunica con él trasmite mensajes. El hijo, además de las palabras que escucha, está recibiendo los mensajes sobre el valor que le tiene su propia madre. Toda madre es importante a los ojos de sus pequeños y por lo mismo sus conceptos, opiniones y expectativas tienen influencia sobre su estado psicológico y sobre sus actuaciones.
Si la madre piensa que uno de sus hijos será útil y que triunfará, le trasmite directa o indirectamente la idea del éxito. Al ser recibida, ese niño, alimenta y enriquece su autoimagen. El refrán de que "nadie es profeta en su tierra", posiblemente tenga su origen en que toda persona se resiste a darle crédito a aquellos que fueron los niños malcriados y juguetones que vio crecer.
Cuando los mayores que rodean a un infante piensan bien de él, recibe el mensaje de aceptación. Por lo mismo su autoimagen crece. Las opiniones de las personas mayores que un pequeño considera importantes, influencian con mayor incidencia cuando emiten juicios sobre su persona. Estas opiniones vienen a ser para el pequeño como una profecía. La profecía puede ser de éxito o de fracaso, en función de esas opiniones.
Cuando la autoimagen mejora, resulta también en una mejora de las actuaciones. Esa situación, en cierta manera, da cumplimiento a esa profecía. Si los padres lo notan y se lo hacen ver, le están dando un refuerzo positivo. Muchas personas son de éxito porque eso es lo que se esperó de ellos desde su primera infancia. Otros fracasan porque eso era lo que se creía que iba a resultar. El ambiente familiar modula gran parte de los mensajes que se trasmiten. Mediante el intercambio diario, los hijos pueden apreciar el valor que los progenitores les tienen mediante la aprobación de su hacer.
Cuando alguno de los papás conversa con su hijo y la comunicación es interrumpida porque se le presta más atención a otro asunto que se considera prioritario, el hijo recibe el un mensaje: "Yo no te aprecio tanto". Cuando se simula ponerle atención, pero en realidad se está pensando en otra cosa, también el hijo recibe el mismo mensaje.
Por ejemplo, cuando la madre lee mientras el hijo habla. Cuando se responden o se hacen llamadas telefónicas en medio de las expresiones del pequeño. Cuando el papá sin disculparse interrumpe lo que el hijo tiene que decirle, para atender otra cosa. Cuando se simula estar prestando atención pero en respuesta se sale con otro tema, se le está dando al pequeño un mensaje muy claro: "Tú no eres muy importante para mí". El trato personal que se les da a los hijos cuando se equivocan también es parte del mensaje que se les está trasmitiendo. Son situaciones que proyectan el aprecio que les tienen los padres.
Hay familias que no tienen objetivos, y por lo mismo nunca se conversa de ese tema. También hay familias con muy pocos valores morales, y por lo mismo tampoco es un tema de conversación. Por el contrario, hay familias que sí tienen estos valores y objetivos familiares muy sólidos, por lo mismo son temas tratados en las conversaciones diarias. Los hijos pueden o no ser involucrados en esas conversaciones que todo niño considera importantes.
Los hijos son tomados en cuenta cuando se les involucra, se les está tomando en cuenta como personas. Si se les permite que opinen sobre esos temas, se les está trasmitiendo un mensaje: "Ustedes son importantes dentro del seno familiar". Cuando se les hace partícipes en las conversaciones estratégicas de la familia, se les está involucrando y considerando personas importantes. Ese tipo de experiencias también trasmiten mensajes. Si cada miembro de la familia es considerado una parte del andamiaje y, en general, es tratado como un ser inteligente, realmente se le está dando un mensaje de estimación. Los hijos reciben este mensaje.
En cada familia, los hijos pueden o no recibir suficiente retroalimentación sobre sus logros personales en su hacer diario. Si esos niños cuentan con amplia información acerca de lo que se espera de ellos, lo cual logran entender y asimilar, aumentarán las probabilidades de que tomen conciencia de su importancia personal. Esa toma de conciencia también aumenta la probabilidad de que respondan con nuevos logros y éxitos.
Cuando un infante entiende la ayuda que le suministra a la familia con sus aciertos o desaciertos personales, también se les está considerando importantes. Se está aumentando la probabilidad de que poco a poco se vayan formando un concepto de su valor personal. Esta concepción va consolidando una autoestima sólida.
Los logros y éxitos de cada quien fortalecen su propia autoimagen, lo que los prepara para nuevos logros. Por el lado contrario, los fracasos destruyen su autoimagen, lo que los vuelve temerosos e inseguros. El éxito progresivo está constituido por el fortalecimiento que se deriva de los éxitos anteriores. Algo semejante al entrenamiento de los boxeadores que mediante sparrings cada vez más calificados se preparan para los combates importantes. Los padres que les permiten a sus hijos practicar, equivocarse y reintentar, hasta realizarlo correctamente, están preparando triunfadores.